Carlos Checa se convirtió en el primer español campeón del mundo de Superbikes. Y lo hizo a lo grande, después de recibir en la misma parrilla el beso de Alfredo, su padre, que con su hermano David le acompañaron en uno de los días más felices de su vida.
Checa fue campeón ganando las dos carreras, plantando cara a sus rivales sin que le temblara el pulso en las frenadas y abriendo el puño de gas con delicadeza para poder conservar sus neumáticos hasta el final. Olvidándose de los fantasmas que en otros tiempos asomaron en los momentos clave, dejando de lado la presión, que en MotoGP fue una de las causas que le impidieron brillar a la altura de su talento.
"He ido mejorando", explicaba a MARCA empapado de champán. "Sé que tengo limitaciones, pero he sabido mejorar, crecer y he dado lo mejor de mí mismo. He progresado y por fin he conseguido el Mundial dejando atrás cosas que hacía mal en el pasado. Ha llegado un nuevo Carlos Checa. Lo más bonito es poder conseguir llegar a tus propios límites y disfrutar una situación como la de ganar un campeonato del mundo dando lo mejor de uno mismo", confesaba un piloto con grandes amigos y mejor imagen allá por donde ha pasado. "Me alegro mucho por él y por Ducati. Se lo merece. Es como un Oscar honorífico a toda su carrera deportiva", señaló su amigo Valentino Rossi en cuanto se enteró de la noticia desde el circuito de Motegi.
Su temporada ha sido de libro. Ha ganado 14 carreras, se ha subido 20 veces al podio. Únicamente se le puede achacar el error de caerse en Motorland, en la primera carrera de casa, cuando montó un neumático excesivamente duro que nunca había probado.
En Monza, un circuito muy rápido que perjudicaba a su Ducati bicilíndrica frente a las cuatro cilindros, supo nadar y guardar la ropa. Y en Alemania, mantenerse en pie bajo un diluvio universal. En el resto, de un total 24 carreras, siempre ha estado en el podio. Y en Francia, en lo más alto, como los buenos, aquellos que logran los mundiales ganando carreras hasta el final. Un grande entre los grandes.
Con Biaggi lesionado y viendo las carreras en su casa de Montecarlo, y Melandri navegando en el pelotón hasta que pudo llegar al podio, en la primera carrera Camier le golpeó y la maneta de embrague se quedó en una posición que más que una maneta "parecía un cuerno, me llevé un buen susto, pero no me desesperé….", señaló.
En ese momento se tomó su tiempo para recuperar la concentración, coger aire. Y poco después superó primero a Camier, compañero de Biaggi, y luego a Laverty después de que la rueda de este le lanzara arena contra el casco. Ganó la carrera y el Mundial."Las últimas dos vueltas fue difícil estar concentrado y tuve que darme algún golpe en la cabeza porque me vinieron muchos pensamientos".
La segunda carrera, más de lo mismo. Rea dominó hasta romper, Laverty se puso primero y en la decimocuarta vuelta, Checa le superó. "Y entonces, ya sentí una gran liberación", concluyó.
